Duele y llena de indignación observar cómo el gobierno se fue apropiando ante nuestras narices del canal público, el que pagamos con nuestros impuestos. Lo ha convertido en la mejor boca de propaganda de una gestión con muchas dudas. Su codicia por mantener y ampliar su poder, ese que sin miramientos viene acumulando desde hace años, ya no tiene límites. Su política de comunicación, en el marco de un progresismo para pocos, cada día se acerca más, y lo resucita, a Goebbels: “miente, miente, que algo quedará”
El abanico de medios que está siendo captado por el gobierno mediante una ley que fue votada entre gallos y medianoches, de a poco se está convirtiendo en un manejo autoritario de la democracia con el riesgo que ello representa.
¿Hasta cuándo vamos a soportar los atropellos monárquicos del kirchnerismo manteniéndonos en el papel de súbditos?
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